Ningún peluquero en el mundo ha logrado descifrar hasta ahora qué es ese flequillo naranja que parece tener vida propia sobre la cabeza de Donald Trump. El asunto, por más banal que parezca, lleva décadas fascinando a los estadounidenses y ha provocado que el propio candidato republicano se dejara jalar el pelo en público para demostrar que no lleva bisoñé, como sucedió hace poco en el show de Jimmy Fallon.
Pero ya que el 87% de las afirmaciones de Trump resultan ser falsas, según “PolitiFact”, los medios se han tomado a pecho la tarea de resolver este enigma anaranjado. “Vanity Fair”, “The Huffington Post” y “The New York Times” han presentado varias investigaciones sobre el tema, aunque ninguna tan reveladora como la de Ashley Feinberg, del portal Gawker.
La periodista, alabada por David Simon, creador de la serie “The Wire”, sostiene que la melena es obra de un tratamiento llamado intervención microcilíndrica, complejo sistema de ingeniería capilar que solo se brinda en un consultorio ubicado en el piso 25 de la Trump Tower, ocupado por Edward Ivari, un doctor sin título que también oculta su verdadero nombre: Mohammad Ali Ivari.
Atar estas extensiones como quien estrangula un nido de pájaro costaría, según Feinberg, 53 mil dólares y el mantenimiento, recomendable cada dos semanas, otros 2.600 ‘verdes’. Una ganga si lo comparamos con los 10 mil dólares que mensualmente el presidente francés, François Hollande, le paga a su peluquero.
Por ahora Feinberg se ha librado de una demanda de Trump, quien curiosamente ha llegado a enjuiciar a sus dos ex esposas, a una tribu de nativos americanos, al “Chicago Tribune”, al estado de Nueva York, al condado de Palm Beach, a una candidata del Miss Estados Unidos y a un cantante de rap, pero nunca a su peluquero.
Es más, el candidato republicano ha presentado 1.900 demandas judiciales en los últimos 30 años y se ha visto envuelto en al menos 4.056 juicios, según “USA Today”, una cifra sin precedentes para un aspirante presidencial. Solo en lo que va de la campaña ya van 70 nuevos procesos.
Feinberg no ahondó en el indescifrable color de la melena para evitar líos como el que se armó durante la campaña pasada cuando Trump ofreció 5 millones de dólares a quien le demostrara que Obama se había graduado en Harvard y el conductor de televisión Bill Maher le ofreció la misma cantidad si le demostraba que no era el hijo de un orangután. Porque, según Maher, el único ser vivo con el mismo color de pelo que Trump es el orangután de Sumatra.
Unos días después el abogado del poderoso magnate le envió una carta junto a un certificado de nacimiento en el que quedaba claro que Donald era “hijo de Fred Trump y no de un orangután”. La misiva iba acompañada de una demanda millonaria que luego fue retirada. Así de sensible resultó ser el rival de Hillary Clinton, cuyo pelo también merece ser investigado.
“The Washington Post” ha recopilado las 100 mejores descripciones sobre el pelo de Trump. Resaltan: “Un nido abandonado”, “El logo de Twitter al revés” y “Un zorrillo radiactivo”.
Trump le confesó a la revista “Rolling Stone” que se lava el pelo con Head & Shoulders y deja que se seque solo durante una hora. Nunca se lo peina hacia delante.