La famosa batalla de Little Bighorn, en la que murieron 225 hombres de Custer a manos de los indios, pudo estar marcada por una hierba adictiva consumida por sus cabalgaduras
La drogadicción puede parece a priori un acto exclusivamente humano, sin embargo, los animales también se drogan. Se calcula que más de trescientas especies de animales de todo el mundo ingieren algún tipo de drogas.
Entre los casos más estudiados por los científicos se encuentran la adicción de los delfines al pez globo, la de los renos de Siberia a la Amanita muscaria y la de los gatos a la hierba gatera (Nepeta cataris). Cuando estos felinos consumen la hierba gatera desarrollan un comportamiento anómalo, se vuelven terriblemente juguetones y ante los ojos de un espectador no advertido parece que están cazando ratones invisibles.
Otra de las “drogas vegetales” más estudiadas es la “hierba loca”(locoweed), una planta silvestre de la familia de las leguminosas que provoca efectos psicotrópicos en algunos animales hervíboros. Está constatado que cuando las vacas y los caballos consumen grandes cantidades de este matojo desarrollan úlceras, anorexia, fiebre y una marcha tambaleante que recuerda bastante a la que tienen los humanos después de una intoxicación etílica. Esta aparatosa sintomatología es conocida como “vértigo ciego”, un nombre muy apropiado, y se produce como consecuencia de las elevadas concentraciones de selenio presentes en la planta.
A pesar de todo, y esto es lo verdaderamente sorprendente, los animales que ingieren la hierba loca desarrollan una verdadera adicción, prefiriendo su consumo por delante de cualquier otra hierba y buscándola de forma impetuosa.
La hierba loca y la batalla de Little Bighorn
Gritos, disparos, flechas, el sonido de trompetas en la lejanía, y todo ello aderezado con buenas dosis de calor y polvo. Estos fueron los ingredientes de una de las mayores debacles del ejército de los Estados Unidos. Fue la célebre batalla de Little Bighorn, que enfrentó al famoso 7º Regimiento de Caballería –formado por unos 700 hombres- frente a un combinado armado de las tribus lakota, cheyennes y arapajó.
La batalla tuvo lugar a finales de junio de 1876, en las cercanías del río Little Bighorn (Montana, EE.UU.). Para los amantes del séptimo arte seguro que no es desconocida, ya que aparece, bien como referencia o como episodio central, en numerosas películas. ¿Quién no recuerda títulos como “Fort Apache”, “Winchester 73” o “La gran matanza sioux”?
En contra de todo pronóstico la coalición india obtuvo una apabullante victoria aniquilando a cinco de las doce compañías. El desastre se saldó con la muerte de 225 hombres, entre los cuales se encontraba el vanidoso, indómito y arrogante George Armstrong Custer (1839-1876).
Se dice que murieron con las botas puestas, esto nadie lo pone en duda, pero quizás lo que no todo el mundo sepa es que los pieles rojas mutilaron los cuerpos sin vida con rabiosa saña, les dejaron desnudos, les arrancaron la cabellera y les sometieron a todo tipo de atrocidades (desmembramientos, decapitaciones, evisceraciones, castraciones, aplastamiento de cráneos…).
Se han escrito ríos de tinta sobre esta batalla, existiendo numerosas interpretaciones, una de ellas es que el indisciplinado Custer, que por cierto no era general sino teniente coronel, cometió un error de manual al dividir su regimiento y disminuir con ello la capacidad ofensiva. Otros señalan como elementos clave del fracaso que Custer decidió atacar sin esperar refuerzos, para no tener que compartir la gloria del éxito. También se ha subrayado que casi la quinta parte del ejército estaba compuesto por soldados y oficiales inmigrantes (alemanes, ingleses e irlandeses) que se habían alistado en el último medio año y que carecían de la experiencia y adiestramiento adecuados.
Otros historiadores, al calor de la ciencia, han sugerido que en el desastre también jugó un papel importante las drogas. Los caballos del ejército norteamericano comieron abundante hierba loca, planta que crece a sus anchas en las praderas de Montana, en las horas previas a la batalla. Esto propició que los jinetes no pudieran controlarlos adecuadamente y que el ataque se hiciera de forma desorganizada. La verdad es que no deja de ser curioso que la coalición india estuviera liderada por Caballo Loco. Paradojas de la vida.