Claustrofobia
Imagina que eres niño y juegas a las escondidas. entras a un pequeño armario y te escondes para que tu hermano no te encuentre. Pasan los minutos y sigues dentro sin que nadie sepa que estás ahí. Te desesperas e intentas salir pero no lo logras. Empiezas a sudar frio, a sentir que te falta el aire y que no puedes moverte. tras gritar desesperadamente llega alguién que te saca de ahí.
Esta escena podría ser el inicio de una de las fobias más comunes: la claustrofobia o miedo a los espacios cerrados. en muchas ocasiones este miedo irracional puede deberse a un evento traumático de la infancia o a la manera como reaccionamos al quedarnos atrapados en algún lugar pequeño, es decir, si tuvimos miedo o no. Las personas que la padecen huyen de lugares como elevadores, bodegas, sótanos, túneles, Metro y cualquier otro sitio que implique alguna restricción espacial.
En su página de internet, la Unidad de Transtornos de la Personalidad, con sede en Valencia, España, detalla que la claustrofobia incluye dos componentes: miedo a la restricción del espacio y miedo al ahogo. En otras palabras, la persona se siente atrapada cuando el espacio es muy pequeño y limita sus movimientos. Además presenta una sensación de ahogo o asfixia ante esta situación, pero no necesariamente porque el aire esté limitado, sino porque ella lo cree así.
Un estudio realizado en 2011 por la universidad de Emory, en Atlanta, Estados Unidos, indica que la claustrofobia puede deberse a que quienes la padecen perciben su espacio personal de distinta manera. Es como si cada quien estuviera en una burbuja protectora pero ésta única mente llega hasta donde alcanza su mano con el brazo extendido; en el caso de las personas con claustrofobia, sienten que esa burbuja es muy grande y va mucho más allá de su cuerpo. Por ello cuando están en lugar cerrado, creen que está interfiriendo con su espacio personal y se sienten angustiados, tiemblan y sudan.
“No sabemos si se trata de la distorsión en la percepción espacial que lleva el miedo, o viceversa. Ambas posibilidades son probables”’ reportó en las anotaciones del estudio la psicóloga Stella Lourenco, líder de la investigación.
Coulrofobia
En muchas ocasiones las fiestas infantiles suelen tener como atracción principal a un payaso que regala globos y hace reír a los niños, sin embargo estos peculiares personajes con cara pintada y zapatos enormes no sólo provocan risas y felicidad, también suelen ser frecuentemente los protagonistas siniestros de películas de terror como “Eso” (It) (1990), basada en la novela homónima del escritor estadounidense Stephen King publicada en 1986, o el filme británico-irlandés “Stiches” (2012).
El miedo a los payasos se denomina coulrofobia y suele desarrollarse durante la infancia, por lo general de los dos años,
cuando los menores comienzan a formar miedos hacia personas extrañas y no son capaces de distinguir entre la fantasía y realidad.
Un artículo publicado por la revista Smithsonian en 2013 explica que este miedo se debe a que el excesivo maquillaje en la cara y el cabello de colores esconden las verdaderas emociones de la persona.