Lo que está pasando en la Casa Blanca es muy serio. No ha pasado ni un mes desde que asumió el cargo y el presidente de EEUU, Donald Trump, ya ha tenido que hacer frente a la primera dimisión en su equipo.
Y no de cualquier persona: nada menos que la de su asesor de seguridad, Michael Flynn, acorralado por las evidencias de sus vínculos con Rusia. Flynn mintió a la prensa, mintió al vicepresidente de EEUU y mintió al mundo. Y pretendía hacer como si nada. ¿Y Donald Trump no sabía nada de esto? ¿Y el resto de personal próximo al presidente? Las dudas que plantea esta nueva polémica son demasiado grandes como para ignorarlas.
“Los medios no tienen que cambiar su estrategia con el nuevo presidente, simplemente tienen que bordar su trabajo; dejar de lado todo el ruido que salga de la Casa Blanca y sacar a relucir la verdad”, alertaba a El Huffington Post Steve Clemons, editor de The Atlantic, hace unos días. Y eso es justo lo que hizo The Washington Post, que confirmó que el general retirado mintió al negar que había mantenido hace casi un mes una conversación telefónica con el embajador ruso en Estados Unidos, en la que hablaron sobre las sanciones que el Gobierno de Barack Obama había impuesto a Moscú tras filtrarse que Rusia habría interferido en las elecciones de EEUU. La clave de esta polémica reside en que al llevar a cabo esta conversación, cuando Trump aún no había asumido el cargo de presidente, Flynn pudo cometer una ilegalidad, ya que en esos momentos aún no podía implicarse en gestiones diplomáticas. La ley prohíbe expresamente hacer gestiones en política exterior al margen del presidente.
Lo peor de todo esto es que la polémica es más que probable que no haya sorprendido a Trump. En el pasado Flynn ya había sido apartado de la Inteligencia por su cuestionable acercamiento al Kremlin en busca de alianzas contra el extremismo islámico. Y ahora ha tenido que admitir en público que ha mentido a todos, incluso al vicepresidente Mike Pence, que había dado la cara por él asegurando públicamente que durante ese contacto no se había tratado el tema de las sanciones. Pero The Washington Post desmintió a Flynn y publicó una información que apuntaba a que sí se había hablado acerca de las sanciones impuestas a Moscú.
Según el rotativo estadounidense, la ex fiscal general en funciones de Estados Unidos Sally Yates -destituida por Trump después de pedir al Departamento de Justicia que no acatara su orden ejecutiva sobre migración- había informado a la Casa Blanca de que Flynn habría mentido a altos cargos del Gobierno -entre ellos a Pence- acerca de la naturaleza de la conversación, y advirtió de que el asesor era "potencialmente vulnerable" a chantaje por parte de Rusia.
En un comunicado difundido desde la Casa Blanca, Flynn ha explicado que "debido al ritmo acelerado de los acontecimientos", dio "de forma involuntaria" al vicepresidente y a otros altos cargos "información incompleta" acerca de las citadas llamadas telefónicas. "Me he disculpado sinceramente tanto al presidente como al vicepresidente, quienes han aceptado mis disculpas", ha explicado.
Engañado Pence, la gran duda que se plantea ahora es evidente: ¿sabía Trump que se había producido esta conversación? ¿Está él relacionado con todo esto? El portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, ha dicho este martes en su tradicional rueda de prensa, que el presidente pidió a Flynn que dimitiera tras conocer que "había mentido al vicepresidente". Sin embargo, minutos después, The New York Times ha ido más lejos y ha asegurado que Trump conocía todo este asunto "desde hace semanas". Dicho esto, una cosa está clara: con la dimisión de Flynn no se ha cerrado la polémica. Ni mucho menos. Aún queda mucho por explicar.
A la admiración del nuevo presidente de EEUU hacia Rusia y su líder es de sobra conocida, por lo que todo queda en el aire. Y el presidente no parece por la labor de dar explicaciones, al menos por ahora. De hecho, con la renuncia de Flynn todavía caliente, dijo, vía Twitter -cómo no- mostrarse preocupado por las "filtraciones ilegales" que se están produciendo desde Washington y preguntarse si esas filtraciones se habrán producido mientras trataba el asunto sobre Corea del Norte y su último lanzamiento balístico en aguas japonesas.
Pero en este contexto hay un asunto clave: tras la conversación que le ha costado el cargo a Flynn, Putin no respondió a las sanciones de Obama, que poco antes de dejar el cargo expulsó a 35 diplomáticos rusos. Fue una decisión extraña, que además era contraria a la recomendación de su ministro de Exteriores, tal y como informó El País, y que Trump le aplaudió en Twitter.
Estuviera al tanto o no del engaño de Flynn, lo cierto es que Trump no lleva ni un mes en la Casa Blanca y ya puede decir que va de polémica en polémica. Inmerso aún en la férrea oposición que ha generado su veto migratorio, ahora el presidente de EEUU hace frente a esta dimisión. Pero además vuelve a estar sobre la mesa los vínculos entre EEUU y Rusia. Los servicios de inteligencia atribuyen al Kremlin una campaña de ciberespionaje durante las elecciones estadounidenses para denostar la campaña demócrata y favorecer la llegada del empresario neoyorquino a la Casa Blanca. El republicano, por su parte, ha mostrado una inusitada simpatía por el presidente ruso, Vladímir Putin, y se limita a negar la hipótesis rusa, incluso cuestionando la credibilidad de la Inteligencia americana, y no para de asegurar que no tiene vínculos con Rusia. ¿De verdad, señor presidente? La edición estadounidense lo decía muy claro: “En Washington empieza a prevalecer la sensación de que la verdadera historia de la administración Trump comienza a ser contada”.
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