La religiosa japonesa Kosaka Kumiko ocultaba con pañales el sangrado de los pequeños tras los abusos sexuales
Esposada y con chaleco antibalas. Así apareció la monja japonesa Kosaka Kumiko en su traslado a los tribunales argentinos. La religiosa está acusada de encubrir a los sacerdotes que, durante años, abusaron sexualmente de los niños sordos que tenían a su cuidado en el Instituto Provolo de Mendoza, en Argentina.
“Soy inocente. No sabía de los abusos. Soy una persona buena que he entregado mi vida a Dios”, ha asegurado la monja en su declaración testimonial. Para la Justicia hay prueba suficiente que compromete a reliciosa y, por ello, fue rechazado el pedido de prisión domiciliaria. La religiosa quedará detenida en la penitenciaría de Agua de Avispas, próxima a la cárcel de Almafuerte.
El suceso ha salido a la luz tras varios testimonios de menores sordos violados, quienes declararon asistidos por intérpretes de señas y guiados por psicólogos, al tratarse de víctimas menores de edad y discapacitados.
El abogado defensor de las víctimas, Sergio Salinas, de la ONG Xumek, explicó cuáles son las tres casos por los que quedó imputada Kumiko: “La denuncia de una joven de 17 años, que declaró que fue abusada cuando tenía 5 años y que Kumiko le colocó un pañal para detener la hemorragia que le había generado tras la violación.
El caso de otra víctima que contó que la monja la mandaba a la habitación del cura Horacio Corbacho (también detenido) y terminaba siempre siendo abusada. Otros testimonios aseguran que la religiosa participó en más de una ocasión en tocamientos a niñas, además de pedirles que se tocaran entre ellas y les obligaba a ver pornografía junto al celador Jorge Bordón (otro detenido) en un televisor”.
El abogado Salinas comentó que la monja negó los hechos ante la Justicia mendocina, pero no aportó pruebas, por lo que deberá ser sometida a pericias psicológicas por tratarse de delitos sexuales. Por su parte, el juez la ha acusado de ser “el demonio en forma de mujer”.
El objetivo de la monja japonesa de 60 años era identificar a los niños más vulnerables y a encubrir los vejámenes que cometían sus superiores. Los testimonios en su contra se acumularon y cuando la Justicia la fue a buscar, huyó. Estuvo más de un mes prófuga hasta que, el martes pasado, se entregó en una comisaría de la Ciudad de Buenos Aires. También está acusada de maltratar a golpes a los alumnos sordos que asistían al instituto y de obligarlos a comer hasta vomitar en su propio plato.
Además de la monja, hay cinco hombres detenidos, dos curas y tres empleados (el celador, el monaguillo y el jardinero). De los sacerdotes, el de mayor poder en la institución, el italiano Nicolás Corradi (82), arrastra denuncias de abuso sexual a niños desde 1984, en Verona, Italia. Fue trasladado a Argentina para encubrir sus actos aberrantes.