¿A qué está jugando el gobierno de Obama? ¿Por qué ahora? ¿No es demasiado tarde?
Llamó la atención a más de uno el inusual paso de Estados Unidos de no vetar la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que condena la política de asentamientos de Israel, el pasado viernes 23 de diciembre.
Después vino el encendido discurso del secretario de Estado John Kerry el miércoles, en el que defendió el documento aprobado en Naciones Unidas y afirmó que los asentamientos israelíes en territorios palestinos no están de acuerdo con los valores de EE.UU.
Por todo ello, en los últimos días, críticos de Obama comenzaron a pronunciarse en contra del presidente y su secretario de Estado por algo que consideran una "traición injustificada".
"No logró nada"
El exdiplomático estadounidense Elliott Abrams, en una columna en el periódico conservador Weekly Standard, calificó el discurso de Kerry como "la última defensa de una política que no logró nada más que dañar las relaciones bilaterales".
Otros sugirieron que, como no había nada "remotamente original" en el discurso del secretario de Estado, todo el tiempo que empleó en explicar la denominada "solución de dos Estados" fue inútil.
En el diario Times of Israel, el periodista Avi Issacharoff, afirmó que Kerry tan solo estableció principios que "cualquier persona razonable sabe que serían la base para una futura negociación entre las partes".
Issacharoff fue de los que recibió bien los primeros esfuerzos del gobierno de Obama para asegurar un avance entre los israelíes y palestinos, sin embargo esta vez dijo que el gobierno estadounidense propició que la solución de dos Estados "se desvanezca de la historia".
"Kerry y el gobierno de Estados Unidos levantaron la bandera blanca enfocándose en asegurar un acuerdo nuclear con Irán", escribió el columnista.
El acuerdo de Irán con 12 potencias, entre ellas EE.UU., es considerado por Israel como un "error histórico" y una "amenaza".
El gobierno israelí cuestiona la "multimillonaria" cantidad de recursos económicos a los que accederá Teherán a cambio del paulatino desarme de su arsenal nuclear.
El milagro que Obama no hizo
Tiene algo de verdad que los primeros intensos esfuerzos del presidente de Estados Unidos en el conflicto entre Israel y las autoridades palestinas no llegaran a nada.
Sin embargo, hay que reconocer que el llamado "proceso de paz" árabe-israelí había estado moribundo muchosaños antes de que Barack Obama asumiera el poder.
Habría resultado algo casi milagroso resucitarlo en tan pocos años.
Además, la Primavera Árabe, los sucesivos derrocamientos en Medio Oriente y las guerras posteriores en Libia y Siria pueden haber provocado a la Casa Blanca y al Departamento de Estado cosas más apremiantes en las que pensar.
Hay que anotar que, desde el principio de la gestión de Obama, el conflicto árabe-israelí no parecía ir a ninguna parte más allá de la violencia.
Con el Medio Oriente en llamas, lo que sucedía entre los palestinos e Israel aparentaba ser nada más que otra manifestación de un patrón demasiado familiar en toda la región.
Ocupación perpetua
Sin embargo, lo que podría parecer más de lo mismo, violencia, provocaciones y el crecimiento de los asentamientos judíos, en la práctica viene enterrando poco a poco toda posibilidad de un acuerdo negociado y una "solución de dos Estados".
Como observó John Kerry en su discurso del miércoles, el conflicto se ha deteriorado constantemente.
"El statu quo está nos está conduciendo hacia una ocupación perpetua", advirtió el secretario de Estado.
El discurso de Kerry fue extenso y a ratos apasionado.
Sus fuertes convicciones y temores más profundos estaban muy presentes.
Rara vez un funcionario estadounidense habla con tanta claridad y fervor hacia una causa.
¿Para qué?
Quedan sólo tres semanas para que Barack Obama abandone el cargo y su sucesor ya dejó claro que tiene una postura fuertemente proisraelí.
¿Cuál es el punto en desacreditar al mundo tal como se encuentra desde la anterior semana?
Después de años de inacción, ¿puede esta intervención de última hora lograr algo bueno?
Tal vez sólo se trate de un asunto de legado.
Algunos presidentes salientes sintieron la necesidad de exponer su postura en el conflicto árabe-israelí antes de entregar las llaves de la Casa Blanca a su sucesor.
Bill Clinton lo hizo en diciembre de 2000, cuando presentó su conjunto de "parámetros de solución al conflicto".
Los de Clinton tenían un tono similar, pero más detallado, a los principios esbozados en el discurso de John Kerry.
Después de presentados los "parámetros", en la Cumbre de Taba, Egipto, en enero de 2001, los negociadores israelíes y palestinos estuvieron más cerca que nunca de un acuerdo.
Sin embargo, la salida de Bill Clinton de la Casa Blanca fue seguida por la derrota del entonces primer ministro israelí Ehud Barak en las urnas.
Con la Segunda Intifada en desarrollo y un nuevo líder israelí, Ariel Sharon, en el poder, el acuerdo de Taba fue olvidado rápidamente.
Apenas llegó a ser un tentador atisbo de lo que podría haber sido.
¿Y ahora?
Como sucedió en 2001, una conferencia de paz se realizará en medio de la transición presidencial estadounidense.
Representantes de decenas de países se reunirán en París a mediados de enero en la llamada Cumbre para la Paz en Medio Oriente.
Ya se ha planteado que los acuerdos alcanzados allí puedan reflejarse en otra resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, todo antes de que Donald Trump asuma el cargo.
El gobierno israelí ya expresó su temor de que París sea el escenario los "últimos coletazos" de la administración Obama en el conflicto.
Sin embargo, muchos presagian un final frustrante.
Taba era todo lo que París no será: íntimo y detallado.
Cuando las conversaciones de Taba terminaron, un alto funcionario palestino confesó que por primera vez, su equipo había percibido los contornos de un futuro Estado viable.
Eso está muy lejos de suceder en París a apenas días de la asunción de Donald Trump al poder.
¿Podrán las conversaciones de París culminar en un nuevo plan acompañado de un sello internacional de aprobación de la ONU?
Es posible.
Pero con Donald Trump diciéndole a Israel que "se mantenga fuerte" y prometiendo un apoyo mucho más sólido al primer ministro Netanyahu, el gobierno más derechista de la historia de Israel puede simplemente decidir sentarse y esperar a que pase la tormenta.
Como ya tuiteó el presidente electo, "el 20 de enero se acerca rápidamente".