Una custodia civil parece una detención del peor criminal, denuncian abogados.
Las cárceles privadas del gobierno de los Estados Unidos para retener a inmigrantes y, eventualmente deportarlos, distan mucho de ser espacios civiles de custodia, ya que los abusos ahí cometidos se asemejan a lo que podría padecer verdaderos criminales.
Los inmigrantes son tratados con violencia física y psicológica, algunos abusados sexualmente, contratados para trabajar por un dólar al día y casi sin comer, para que los complejos carcelarios ahorren costos.
La producción realizada por “Brave New Films” expone los abusos de esta industria de cárceles que el exmandatario Barack Obama dio por terminada al cierre de su administración, pero el presidente Donald Trump decidió retomar, a fin de que el Departamento de Seguridad Nacional cumpliera sus metas migratorias.
“En nuestra nueva película, ‘Prisiones de Inmigración’, exploramos las condiciones dentro de los centros de detención, la atención médica deficiente, el abuso físico y sexual generalizado, las condiciones de trabajo en condiciones de esclavitud y más”, explica un texto de la organización. “Estos abusos ocurren a puertas cerradas con poca o ninguna supervisión. Nuestra película, creada en asociación con defensores de los derechos de los detenidos, está arrojando luz sobre un rincón particularmente oscuro del sistema de justicia estadounidense”.
El video narrado en inglés, pero subtitulado en español, revela cómo se trata a los inmigrantes, algunos de los cuales han pasado hasta 10 años en esos espacios, sin ser criminales.
“Los guardias no tienen la suficiente capacitación y golpean, patean y abusan sexualmente de los detenidos”, cuenta Christina Fialho, directora ejecutiva de Civic. “En california hubo 45,000 quejas de asalto físico o abuso sexual, pero el gobierno federal sólo ha investigado 45 casos”.
Desde que fueron creadas estas cárceles han muerto 170 inmigrantes en custodia.
“Estas son centros de custodia civil. No es custodia criminal”, explica James Fife, abogado federal en San Diego. “Ésta no es una persona condenada por un crimen, es una person adetenida por conveniencia de disponibilidad para el gobierno”.
Entre las voces de los defensores de los inmgrantes, algunas víctimas de estos centros de reclusión contaron su experiencia.
“Estando adentro de la detención, para nosotros, muchas veces decimos, es como un secuestro, pero legal”, dijo una mujer identificada sólo como Tecla, quien estuvo 10 meses encerrada. “Donde yo sentí más, el dolor más fuerte fue en Adelanto, por los desprecios, por las humillaciones”.
Uno de los casos más fuertes es el de Sylvester Owino, un refugiado de Kenia que estuvo recluido durante casi 10 años. “Pasé 9 años y cuatro meses en detención migratoria”, expresó, mientras el abogado Fife acota: “Aunque no cometió ningún crimen”.