El legendario actor de origen italiano, Rodolfo Valentino, falleció el 23 de agosto de 1926 a los 31 años víctima de una peritonitis.
Tenía solo 31 años y su repentina muerte desató la locura entre sus fans. Estaba en la cumbre de su éxito y las mujeres le adoraban. Fue el latin lover por excelencia, el primer sex symbol del cine, y su leyenda perdura con fuerza noventa años después. Rodolfo Valentino marcó un antes y un después en la historia del séptimo arte, inmortalizando a un tipo de hombre exótico que dio al traste con el estereotipo del héroe anglosajón ingenuo y dominado por las mujeres que triunfaba en aquel tiempo.
Nacido el 6 de mayo de 1895 en la localidad italiana de Castellaneta, su verdadero nombre era Rodolfo Pietro Filiberto Raffaelo Guglielmi di Valentina. De pequeño era un niño mimado y un mal estudiante. Fue expulsado de varios colegios, en 1912 se marchó a París, atraído por la vida bohemia y el ambiente gay. Más tarde, arruinado por el juego, sus parientes le metieron en un barco con destino a Nueva York. En 1913, con 18 años, llegó a la Gran Manzana sin hablar una palabra de inglés, tuvo que dormir en los bancos de un parque de Central Park. Para ganarse unos dólares no dudó en trabajar de jardinero, camarero o lavaplatos y no tardó en convertirse en taxi dancer de damas acaudaladas. Fue en ese momento cuando nació su reputación como gigoló. Sin embargo tuvo que abandonar la ciudad en 1917 en medio del escándalo desatado por la aristócrata chilena Blanca Errázuriz, amante de Valentino, que había matado a su exesposo de un disparo.
INICIOS EN EL CINE
Se unió entonces a una compañía de baile y decidió comenzar una nueva etapa en San Francisco. Allí conoció al actor Norman Kerry, que le aconsejó que marchara a Hollywood a probar suerte como actor. Kerry le presentó a diversos directores y productores y así fue como Valentino se introdujo en la todavía incipiente industria cinematográfica. Ganaba cinco dólares al día en papeles de extra. Por aquel entonces los latinos normalmente hacían de villanos o gigolós y ese es el tipo de personaje que escenificó el actor en una quincena de filmes entre 1918 y 1920. Para parecer más americano cambió su nombre por el de Rudolph Valentino.
En una fiesta a la que acudió para conocer a gente del mundillo se topó con una aspirante a actriz llamada Jean Acker. Ella acababa de romper una relación con Alla Nazimova, una famosa actriz de teatro, pero no se atrevió a decírselo a Rudy. Ambos eran dos almas solitarias y congeniaron al poco de entablar conversación. La madre de Rodolfo acababa de morir y él estaba muy triste. Se casaron al cabo de 10 días, pero Jean se arrepintió de su decisión al poco de dar el ‘sí, quiero’ y no le dejó entrar en el dormitorio en la noche de bodas. Valentino desconocía que su esposa era lesbiana y fue un golpe difícil de asumir. Su ego estaba muy tocado y la prensa no tardó en sacar a la luz los trapos sucios de la historia.
NUEVO GALÁN DE LA GRAN PANTALLA
En 1920 se convirtió en el nuevo dios de la pantalla. La más influyente guionista de la Metro, June Mathis, se fijó en él e insistió en que participara en Los cuatro jinetes del apocalipsis, dirigida por Rex Ingram y basada en la obra de Vicente Blasco Ibáñez. En ella encarnaba a Julio, un playboy argentino. La película tuvo un éxito descomunal y resulta memorable la escena del tango. El sex-appeal de Rudy y el carisma que desprendía en la gran pantalla hicieron del actor una estrella adorada por mujeres anónimas y famosas.
Pese a las buenas cifras que cosechó la cinta, la Metro no le otorgó ningún crédito. No se daban cuenta del poder de atracción de Valentino entre el público femenino, por lo que la incipiente estrella aún buscaba un papel que le otorgara la fama. Su trampolín fue la examante de Acker, Alla Nazimova, que era toda una estrella en la Metro y le invitó a coprotagonizar su siguiente filme, Camille (1921), una adaptación de La dama de las camelias en la que daba vida al ingenuo joven que se enamora de la cortesana. En aquella época desarrolló varios trucos de seducción y durante el rodaje quedó prendado de la belleza de Natacha Rambova, la directora artística que iba a cambiar el rumbo de su carrera.
Ella le ayudó a dar un giro a su imagen y lo volvió más sofisticado. Vivían juntos y sus ingresos no eran muy altos. Por aquel entonces los actores debían costear su vestuario en las películas y Rudy siempre lucía impecable.
El actor pidió al estudio Metro un aumento de 50 dólares semanales, pero le dijeron que era imposible. La Paramount le ofreció entonces 500 dólares por semana para protagonizar junto a Agnes Ayres, El Caíd (1921), una aventura de corte romántico. Su papel era el de un jeque árabe que secuestra a un mujer blanca. La historia mostraba unas supuestas relaciones sexuales entre ambos protagonistas jamás presenciadas antes por la inocente y a la vez tradicional sociedad de principios del siglo XX. La narración exótica y el personaje sensual y arrebatador de Valentino fue bien recibido por el público, sobre todo el femenino. Las mujeres se volvían locas, le enviaban cartas de amor y abarrotaban los cines para ver de cerca a su ídolo. Se decía que la película era tan ardiente que en los cines había médicos para atender a las fans que se desmayaban durante la proyección. El filme obtuvo un espectacular éxito de taquilla gracias al magnetismo erótico de Valentino.
La Paramount se dio cuenta de que tenía una estrella en sus manos y empezaron a explotarlo. Con su carrera bien encarrilada, a los 27 años, decidió que era el momento de casarse con Rambova. Así que volaron a México para oficializar su relación, pero el divorcio de su primera mujer aún no se había producido y fue acusado de bigamia. Finalmente sus abogados apelaron al hecho de que su primer matrimonio no había sido consumado y se le retiraron los cargos.
Su siguiente filme, Sangre y arena, fue un éxito de taquilla en el que interpretaba a un torero marcado por la tragedia. Mientras, la situación personal y profesional con la Paramount no pasaba por su mejor momento, ya que Rambova exigía un mayor control en la dirección artística de las películas de Rodolfo. En el filme de época Monsiuer Beaucaire (1924), ella diseñó el vestuario con un coste económico increíble y el actor lucía muy afeminado, un aspecto que contribuyó al fracaso de la cinta. Un periodista del Chicago Tribune se burló de él en su columna y el actor respondió furioso: “Se ha puesto en duda mi hombría. Reto a cualquiera a subir a un ring para demostrar quién es más hombre”. El periodista no aceptó, pero otro repor-tero de Nueva York sí accedió a enfrentarse al galán de Hollywood y acabó finalmente noqueado en el cuadrilátero.
La película Un demonio santo fue otro fracaso y finalmente se vio presionado para firmar contrato con United Artist por una cantidad de medio millón de dólares al año a cambio de prescindir de la relación profesional con su mujer. Rambova se sintió traicionada y se marchó a Nueva York. Valentino seguía enamorado de su mujer, que le solicitó el divorcio, y él buscó consuelo en otras relaciones. Una de sus nuevas parejas fue la actriz polaca Pola Negri, que ansiaba convertirse en su tercera mujer.
MUERTE PREMATURA
Su carrera volvió a relanzarse con El águila negra (1925) , donde era una especie de Robin Hood ruso. Las salas se llenaron de nuevo y el público femenino se abalanzaba sobre él, algo jamás visto con ningún otro actor de Hollywood de esa época. United Artist coronó sus éxitos con El hijo del jeque, en la que ejercía de padre e hijo. En agosto de 1926 inició una gira por todo el país para promocionar la película. Cuando llegó a Manhattan a mediados de mes, comenzó a quejarse de fuertes dolores de estómago. El día 16 fue ingresado en un hospital, donde se le descubrió una úlcera perforada aguda y una infección que se le había extendido por todo el cuerpo. Falleció de peritonitis y septicemia el día 23 de agosto.
HISTERIA DE LAS FANS
Su trágica muerte a los 31 años provocó una histeria masiva entre sus admiradoras. La gente, conmocionada, lloraba en la calle a la espera de poder dar el último adiós a su ídolo. Alrededor de 100.000 personas acudieron a su velatorio. Sus restos fueron llevados en tren a Hollywood, donde fue enterrado en el Cementerio Memorial, en el panteón familiar de June Mathis. Los periódicos no tardaron en informar de algunos suicidios provocados por la muerte de Valentino.