Aunque el primer gran padrino de la Mafia en los Estados Unidos fue Giuseppe Battista Bálsamo, jefe de la organización “La Mano Negra”, el primero en convertirse en leyenda del crimen fue sin duda el neoyorquino Al Capone, conocido como “Caracortada” –Scarface– por una cicatriz que surcaba su rostro a raíz de un brutal navajazo. De ascendencia napolitana, jamás fue aceptado como miembro de la Cosa Nostra, algo que le pesó de por vida.
Al mando del gánster Johnny Torrio en sus comienzos, dirigiendo prostíbulos de mala muerte y dando palizas a los que debían dinero, en apenas cinco años se convirtió en el emperador del crimen de Chicago.
Durante los años de la Ley Seca, Capone y sus soldados consiguieron dar forma a un imperio de estafas, asesinatos y millones de dólares a base de disparos de las icónicas metralletas Thompson, entre ellos la fatídica Matanza del Día de San Valentín, ordenada por el propio Capone, al que dio vida Robert de Niro en la impecable cinta Los Intocables de Eliot Ness de Brian De Palma.
Alphonse Capone era un asesino implacable que tras su habitual sonrisa fotográfica escondía un odio labrado a lo largo de su miserable infancia en los barrios bajos de Illinois. A nadie temía ni respetó las reglas de honor de la Mafia. Como un verdadero rey, ocupó una planta entera del fastuoso hotel Lexington, que utilizó como vivienda y centro de operaciones.
La Caja Fuerte Perdida
Cuentan que el hotel estaba lleno de pasadizos subterráneos que permitían al capo escapar de cualquier emboscada en cuestión de minutos. En los años 80, unos obreros que demolían un antiguo edificio, en Michigan Avenue, se quedaron atónitos cuando descubrieron una misteriosa caja fuerte de cemento de 3 m de longitud y casi dos de altura, enterrada bajo la acera frente al viejo hotel. Nunca se supo qué contenía aquella gran caja de caudales, o al menos nunca lo supimos la gente de a pie.
Si fué o no sometida a rayos X o abierta, sólo lo sabe el gobierno de los EE UU o el FBI. Corren rumores sobre la existencia de grandes riquezas escondidas en su interior y en los rincones más insólitos del viejo edificio y sus túneles.
Según declararon unos empleados de saneamiento, se encontraron monedas de oro y un broche de zafiro y diamantes en las tuberías de desagüe.
¿Quién se quedó, de existir realmente, con las riquezas ocultas en el bloque de cemento?
Lo que se sabe con certeza es que Capone debía al Estado norteamericano los impuestos de una fortuna de más de cien millones de dólares, sin tener en cuenta los intereses acumulados a lo largo de más de ochenta años. Quizás el fisco saldó su deuda con el contenido de la esquiva caja de caudales...
Al Capone no pudo ser juzgado por asesinato. Finalmente, fue llevado a juicio por evasión de impuestos, algo que lograron Eliot Ness y su grupo de “Intocables” que dieron nombre a la cinta antes citada de Brian De Palma, agentes del Tesoro –pertenecientes a la denominada Agencia de Prohibición– que se hicieron famosos por no dejarse sobornar –algo a lo que sí sucumbieron políticos y agentes del corrupto Chicago de entonces–.
Sin embargo, el “héroe” que consiguió meter entre rojas al capo más mediático de USA por evasión fiscal, Ness, acabó sus días muy alejado de su papel de héroe en que lo convirtió la prensa, tras provocar un accidente de carretera cuando, al parecer, iba ebrio.
Capone salió aún peor parado que su antagonista. Fue declarado el 17 de octubre en cinco de los 23 cargos que le imputaban y sentenciado a 11 años en una prisión federal. primero fue enviado a Atlanta, pero como seguía controlando la mayoría de sus negocios desde dentro, se ordene su traslado a la temible prisión de Alcatraz, en San Francisco, en agosto de 1934, donde era vigilado estrictamente. Allí comenzó a mostrar signos de demencia a causa de una sífilis contraída en su juventud con una prostituta.
Pasó gran parte de sus últimos años de reclusión en el hospital de la prisión, siendo liberado el 16 de noviembre de 1939, aunque ya no era ni su sombra, estaba destruido física y moralmente, y se recluyó del mundo exterior en su propiedad de Palm Island (Florida).
El gángster de Chicago se llevó el secreto de la caja de caudales a la tumba, al morir de neumonía el 25 de enero de 1947, tras haber sufrido cuatro días antes un derrame cerebral. Cuentan que su fantasma todavía se deja sentir, tocando el banjo, en las gélidas dependencias de “La Roca”, hoy prisión abandonada reconvertida en museo penitenciario. Quién sabe.
Frases de Al Capone
“Puedes ir muy lejos con una sonrisa. Pero, puedes ir mucho más lejos con una sonrisa y una pistola”.
“No confundas mi amabilidad con debilidad. Soy amable con todos, pero cuando alguien no lo es conmigo, la debilidad no es lo que recordarás sobre mi”.