Con la llegada de Donald Trump a la presidencia de EE.UU, Pekín y Washington habrán de ser muy cautelosos a la hora de desarrollar sus políticas y estrategias diplomáticas para evitar un conflicto armado en los próximos cuatro años. El columnista de ‘The National Interest’, Robert Farley, explica en qué ámbitos deberán mostrar más precaución ambas naciones.
Tensión en los mares
Mientras Pekín aumenta su potencial militar, EE.UU. se enfrenta al dilema de si seguir respaldando las pretensiones territoriales japonesas y las del conjunto de otros países de la región que también se oponen a las ambiciones territoriales chinas.
Los comentarios de Trump sobre las alianzas lideradas por su país han despertado la incertidumbre en torno a la solidez de las promesas de Washington. Asimismo, tras el incidente con el dron submarino de la Marina estadounidense, el presidente electo de EE.UU. ha dejado claro que no tiene voluntad de eludir el enfrentamiento con China.
Consecuencias del empeoramiento del comercio
China y EE.UU. cuidan desde hace muchos años sus relaciones comerciales, dejando a un lado sus diferencias políticas y estratégicas cuando se trata de mantener unos acuerdos que han reportado muchos beneficios económicos a ambos países y que han impulsado el crecimiento de la economía global desde la década de 80.
No obstante, la promesa de Trump de hacer frente a China en el frente mercantil podría desembocar en una guerra comercial que afectaría a toda la economía global, apunta el columnista. Además, en consecuencia, Pekín podría impulsar el ciberespionaje, reprimido hasta ahora por la presión estadounidense.
El factor norcoreano
La agresividad de Corea del Norte y su desarrollo armamentístico representa una amenaza para todos los países de esta región asiática y es un motivo para que Pekín y Washington reafirmen sus posiciones su expansión militar en la zona. No obstante, Pionyang podría aprovechar los crecientes roces entre China y EE.UU. para desatar un conflicto entre ellos.
Las relaciones con Pakistán
Pakistán ha sido desde la Guerra Fría un puente en el desarrollo de las relaciones diplomáticas entre EE.UU. y China, llegándose a convertir durante muchos años en un importante aliado de ambos países. Sin embargo, la mejora de las relaciones y cooperación de Washington con la India han creado tensiones con Islamabad, que, por su parte, ha reforzado sus relaciones con Pekín en el ámbito militar, industrial y económico.
Un enfrentamiento directo entre EE.UU. y Pakistán, que ha apoyado el terrorismo en la India, incrementaría la tensión entre Washington y el gigante asiático.
La neutralidad de Taiwán
La isla de Taiwán ha sido desde hace años el obstáculo más importante entre las relaciones chino-estadounidenses, pero desde la reciente llamada de Trump a la presidenta de taiwanesa, Tsai Ing-wen, se ha reafirmado aún más la neutralidad de la isla.
Durante aquella conversación telefónica, Trump sugirió que podría reconsiderar la política de su país a largo plazo sobre la ambigüedad estratégica de Taiwán. Con esta advertencia Trump podría querer aprovechar las concesiones de China sobre la isla, o bien intentar que Taiwán juegue un rol importante en la postura de confrontación de EE.UU. hacia Pekín. No obstante, un paso mal calculado por parte de EE.UU. o de China sobre Taiwán podría desembocar en un “conflicto terrible y destructivo”, concluye Farley.