Si el presidente no cambia posturas se perderían hasta $30,000 millones anuales en ingresos.
Las hasta la fecha frustradas ordenes de veto del presidente Donald Trump contra refugiados y ciudadanos de países de mayoría musulmana han hecho que los turistas extranjeros perciban un EE.UU. menos receptivo y pueden asestar un golpe a un sector que da trabajo a más de 7,7 millones de personas.
La consultora Forward Keys informó este mes que, tras el primer veto migratorio, las reservas de turistas en Estados Unidos comenzaron a caer 6,5 %, mientras que con el anuncio de que se elaboraría otra prohibición revisada para evitar la suspensión de la Justicia, los descensos se repitieron, esta vez 4 %.
Sitios web de reservas de billetes de avión como Kayak o Hopper han detectado también caídas en las ventas de vuelos desde la victoria de Trump en las elecciones del pasado noviembre.
Pero esas caídas han sido más acentuadas con la emisión de los dos decretos presidenciales (el 27 de enero y el 6 de marzo) para suspender temporalmente el programa de acogida de refugiados y las llegadas a EEUU desde seis países de mayoría musulmana.
Esos vetos migratorios han sido suspendidos temporalmente por los tribunales, lo que no ha impedido que viajeros de todo el mundo fuera de las naciones afectadas suspendan viajes a EE.UU. por miedo a que se les complique la entrada en los controles migratorios de aeropuertos.
Hostelling International USA, una organización sin ánimo lucro que gestiona hostales en todo el país, ha recibido cancelaciones de reservas de grandes grupos de jóvenes a Nueva York de países no afectados por el veto de Trump por miedo a que aquellos con doble nacionalidad sean interrogados o no puedan entrar a EE.UU.
Michael W. McCormick, director ejecutivo de la asociación de agencias de viajes de negocios GBTA, asegura a Efe que el segundo veto “es mucho más limitado y claro”, y señala que “toda restricción a los viajeros debe estar basada en la seguridad y no debe impedir los viajes de manera innecesaria”.
En la misma línea se expresa, en una entrevista con Efe, Patricia Rojas-Ungár, vicepresidenta de Relaciones Gubernamentales de la patronal US Travel Association, que celebra la redacción de la segunda orden ejecutiva revisada en marzo sobre el veto.
En su opinión, “un refuerzo de la seguridad” es necesario y el Gobierno de Trump ha sido “más prudente” en la redacción del segundo veto revisado, pero queda por ver si los turistas, especialmente los europeos, dejan de lado sus preocupaciones.
En el último trimestre del año 2016, la riqueza generada por el turismo cayó 3,3 %, según datos del Gobierno estadounidense publicados esta semana, una primera cifra oficial que incluye la elección de Trump en noviembre.
Según proyecciones de la consultora Tourism Economics, la retórica y políticas aislacionistas de Trump podrían disuadir de viajar a EE.UU. a 6,3 millones de extranjeros, lo que extrapolado al gasto medio de los visitantes equivaldría a perder 30,000 millones de dólares anuales en ingresos.
Esto sería un duro golpe para una industria que genera 1,77 billones de dólares en Estados Unidos, que sigue a la cabeza del ránking de países que más viajeros y dinero atraen de esta industria, por delante de competidores como España, Francia o China.
La retórica de Trump contra refugiados, musulmanes o favor de un muro en la frontera con México no parece estar beneficiando a un sector, el del turismo, que tiene un gran potencial de generar empleos, especialmente porque solo desde 2011, con la creación de “Brand USA”, Estados Unidos se promociona en el exterior como destino.
“La percepción es tan fuerte como la realidad. La percepción de bienvenida es importante y debemos dejar claro que los turistas son bienvenidos al país, que tienen las puertas abiertas”, opinó Rojas-Ungár.
Trump, un empresario turístico, conoce muy bien la importancia de la percepción de bienvenida y lo competitivo del mercado mundial del sector, que si se resiente en Estados Unidos podría afectar sobre todo a su ciudad natal, Nueva York, y a uno de los estados que le llevó a la Casa Blanca, Florida.