Ya son tres días seguidos enlos que Vincenzo Nibali, aspirante y primer favorito al Giro de Italia desde su salida en Apeldoorn, pierde tiempo y acaba la etapa desencajado. Es un caso curioso, porque él se encuentra aparentemente con fuerzas. Su director, Giuseppe Martinelli, le consulta y el Tiburón responde: "adelante vamos al ataque". Entonces, todo el dispositivo del equipo más fuerte del Giro, el Astana, se pone a trabajar a pleno rendimiento. Hacen de la carrera un destrozo, ayer con ayuda del Movistar, otras veces a solas. Nibali suelta su ataque, busca su suerte y cuando le devuelven el golpe sus rivales, se viene abajo.
Ayer, en Andalo, Nibali tampoco quiso hablar con los periodistas tras retrasarse en la meta 1:47 segundos y perder el podio que le arrebató Alejandro Valverde. Su primera crisis fue pequeña, en comparación. Sucedió el sábado en los Dolomitas, etapa reina con puertos dañinos. Inauguró la tanda de ataques, desfondó a Valverde y cuando le atacaron Steven Kruijswijk y Esteban Chaves, se quedó sin fuerzas. Recuperó un poco de terreno en los últimos kilómetros y eso le permitió hablar en la meta y explicar que su balance de la etapa no había sido malo, que sólo había tenido un problemilla en un tramo de tres kilómetros de 210 de la etapa.
"Iba dispuesto a hacer la contrarreloj de mi vida en Alpe di Siusi", contó el día de descanso, "y me llevé una gran decepción. Estaba tan enfadado que preferí no hablar para no decir barbaridades", dijo recordando su enfado también por la rotura de la bicicleta.
Ayer también tuvo un problema mecánico en el primer puerto, Mendola, pero lo resolvió sin mayores problemas. Sus corredores se lanzaron al ataque y él se vio en perfecto estado de revista cuando los Movistar aceleraron la marcha, rompieron el pelotón y finalmente quedaron 10 hombres fuertes por delante, Vincezo entre ellos. Pero volvió a suceder. Valverde, Zakarin y Kruijswijk avanzaron posiciones y el siciliano se rezagó. Su traspié pasó a categoría de pájara. Y la preocupación sube.
En busca del virus
Ahora se busca el causante misterioso del bajo rendimiento de Nibali, que llega de improviso. "Él se encuentra bien, pero luego le sobreviene el bajón y no entiende nada", intentó explicar ayer su director, el veterano Martinelli.
El jueves por la mañana, antes de una etapa de 240 kilometros, los médicos de la clínica que lleva su preparación en Milán vendrán a recoger muestras que expliquen lo que hoy por hoy es un misterio.
Nibali, por supuesto, tampoco habló ayer con nadie. Directo al autobús y ciao. Tampoco estaban para bromas sus guardaespaldas, Michele Scarponi o Tanel Kangert. Lo del Tiburón puede ser serio