Unos meses después del inicio de la Segunda Guerra Mundial, los servicios de inteligencia alemanes de las SS se apoderan del más lujoso prostíbulo de Berlín, el “Salon Kitty”, para utilizarlo como centro de espionaje de confidencias de dignatarios extranjeros, hombres de negocios y oficiales alemanes.
El Salón Kitty fue un burdel exclusivo organizado por el SD (Sicherheitsdienst), para espiar a los mandos militares alemanes, a la alta burguesía, diplomáticos extranjeros y dignatarios del Régimen que acudieran al local, que con la ayuda del alcohol y las mujeres, expresaran sus opiniones sobre el Partido o revelar sus secretos. Fue ideado por el general de las SS Reinhard Heydrich, jefe del RSHA (Reichssicherheitshauptamt), y por su lugarteniente, Walter Schellenberg, jefe del SD.
LA HISTORIA
Fue creado a principios de 1930, en la capital alemana, concretamente en Giesebrecht Strasse 11, en el tercer piso, en el barrio de Charlottenburg. El nombre era por su propietaria, Katherina “Kitty” Schmidt, nacida en 1882, conocida con el apelativo de gatita Schmidt, la cual empezó a dedicarse a esta actividad desde muy joven, y con los ahorros que tenía, empezó a ejercer de “madame”. En principio, el burdel se llamaba Pensión Schmidt, pero fue posteriormente fue cambiado el nombre al famoso apelativo.
En 1933, con el ascenso del Hitler, el prostíbulo se mudó a un edificio más discreto, ya que por la “calidad” de los clientes, el Salón debía ser menos llamativo y ostentoso por fuera. Aumentó su fama de forma considerable, aunque paradójicamente, los burdeles estaban formalmente prohibidos en el Reich, pero se le permitió funcionar sin ninguna traba.
El negocio fue aumentado de forma muy lucrativa, y Kitty empezó a transferir grandes sumas de dinero a los bancos británicos, a través de refugiados judíos, a los que ella misma les ayudaba a pa-sar la frontera. Pero la Policía empezó a sospechar, acusándola precisamente de ayudarlos, y de sacar dinero del país de forma irregular. Fue detenida en abril de 1939 en la frontera con Holanda, ya que estaba siendo vigilada, quería escapar de Alemania porque no le gustaba los derroteros del país.
Fue llevada a la sede central de la Gestapo en Berlín. Por todo esto, fue interrogada por el mismo Schellenberg, conminándole a montar la tapadera en el burdel, o en caso contrario, por las acusaciones que se hacían contra ella, ser enviada a un campo de concentración.
Ante esta situación, se avino a colaborar. Entregó su burdel al SD sin pedir explicaciones, y firmando un documento secreto, en el que no divulgaría nada del local, bajo pena de muerte.
Aunque la idea original fue de Heydrich, decía que era más fácil interrogar a un hombre en posición horizontal que en posición vertical, preocupado por las fugas de información entre los jerarcas del Partido, y su afán de saberlo todo, fue Schellenberg el que estuvo más pendiente de su funcionamiento (más tarde, asumió su control Arthur Nebe, jefe de la Policía criminal (Kripo, Kriminalpolizei), y aunque originariamente la idea era infiltrarse, Schellenberg optó por controlarlo todo, mediante las escuchas. La ope-ración se puso en marcha en marzo de 1940.
EL PROYECTO
Las prostitutas fueron cambiadas, ya que las primeras eran casi todas de origen polaco, por alemanas, fueron especialmente seleccionadas por el SD, por su belleza y su fidelidad al Partido, que fueran multilingüistas y que reconocieran las condecoraciones y uniformes (muchas de ellas fueron conminadas a trabajar en el Salón), so pena de ser deportadas, incluso algunas de las mujeres eran de clase alta, casadas con políticos o licenciados, éstas eran voluntarias que querían servir a su país de esta forma. En total, fueron unas 20 mujeres de una preselección de 90, las que fueron adiestradas y adoctrinadas durante siete semanas.
El sótano de un edificio cercano, en el número 10 de Meineckestrasse, se convirtió en el centro de las escuchas, con cinco técnicos que monitorizaban todo el entramado y hablaban varios idiomas, se habían instalado micrófonos en todas las ha-bitaciones, salones y pasillos, de las cuales partían el cableado instalado en el techo, asimismo, se habían reformadas y ampliadas las mismas con el máximo lujo de la época, y también se le dio la correspondiente publicidad, donde los hombres iban a estar sumamente relajados y donde encontrarían a las más hermosas mujeres.
A las meretrices no se les dijo nada de los micrófonos, pero tenían que hacer un informe después de cada encuentro, y por supuesto, tenían que satisfacer las necesidades más extravagantes. Para un cliente especial, existía un libro donde se encontraban las meretrices, y si el cliente pronunciaba la frase ‘vengo de Rottemburgo’, tenía un trato preferencial.
Entre los personajes más conocidos que acudían al local, se encontraba el mismo Heydrich, el cual visitaba el local en “rondas de inspección” (aunque se aseguraba de que apagaban los micrófonos en sus visitas), Kaltenbrunner, sucesor de Heydrich, curiosamente, vivía al lado del edificio, Goebbels, el cual disfrutaba con escenas de lesbianismo, era adicto al sexo y otras perversiones, oficialmente prohibidas en el Reich, Schellenberg, el conde Ciano (ministro de AA. EE. italiano), al cual se le prestaba atención en sus conversaciones, ya que su opinión de Hitler no era muy positiva, y a la vez, los nazis recelaban de él, Sepp Dietrich, cuando lo visitaba, tenía a su disposición las 20 mujeres toda la noche, para él y sus acompañantes, Ribentropp, ministro nazi de AA. EE., algunas veces acompañado por su homólogo español, Serrano Súñer, Martin Bormann, secretario personal de Hitler y jefe de la Cancillería. Algunas veces, había que enviar suministros extras, porque los clientes agotaban rápidamente las existencias.
Hubo un infiltrado en el Salón, Roger Wilson, un espía británico, bajo la apariencia de un secretario de prensa de la Embajada de Rumanía, con el seudónimo de Ljubo Kolczew, el cual había oído de la fama del prostíbulo, y por casualidad, tropezó con unos cables sospechosos, se convirtió en cliente habitual, y organizó un sistema de escuchas paralelo. Con lo cual, la Inteligencia británica también oía parte de las conversaciones en el local. Fue descubierto y enviado aun campo de concentración.
Ficha de la película
El director italiano Tinto Brass, realizó una película sobre este burdel, “Salón Kitty”. Este realizador, especializado en cintas eróticas, no obtuvo demasiadas buenas criticas por este largometraje, aunque sí levantó una gran polémica por la crudeza de las escenas de violencia e índole sexual, contaba con Helmut Berger, actor de “La caída de los dioses” de Visconti o “El jardín de los Finzi-Contini”, e Ingrid Thulin, actriz habitual en las películas del sueco Ingmar Bergman, como por ejemplo Fresas salvajes y Gritos y susurros.
EL DECLIVE
El 17 de julio de 1942, el edificio fue alcanzado por los cada vez más numerosos bombardeos, y a la vez, la clientela iba escaseando ante el avance de la guerra, quedando sólo operativo del Salón la pri-mera planta. Un año después, el SD canceló definitivamente el Proyecto, siendo entregado el control del mismo a su propietaria, bajo la advertencia de no revelar la operación, cosa que nunca hizo.
Todo lo que sabía de su negocio, se lo llevó a su muerte, en 1954, a los 71 años de edad. En este mismo año, su hija continuó con el burdel, llamado Pensión Florian, y posteriormente, continuaron sus nietos hasta 1990, donde uno de ellos lo convierte en un albergue para inmigrantes, aunque pronto dejó esta actividad por las protestas del vecindario.
En total, se cree que se hicieron unas 25.000 grabaciones, muchas fueron destruídas y las demás desaparecieron cuando los rusos entraron en la sede de la Gestapo de Berlín, en 1945.
La primera vez que se tuvo noticias de esta historia, fue con la publicación de las memorias de Walter Schellenberg ‘Al servicio de Hitler’, en 1956.
En 1963, Peter Norden manifestó que había encontrado parte de las cintas en un almacén secreto en la sede del Servicio de Seguridad (Stasi), en el Berlín Oriental.