Ya en el antiguo Egipto se tenía la necesidad de preservar lo que luego se llamaría “sangre azul”. Por ello, los faraones permitían el matrimonio entre hermanos y, en algunos casos, también entre padres e hijas, con el fin de preservar la pureza del linaje. Esta práctica respondía a cómo interpretaban los egipcios la sexualidad.
No en vano, los egipcios entendían el sexo desde una visión muy pragmática, siendo la pasión desenfrenada algo que les resultaba difícil de comprender. La sexualidad para ellos era algo muy familiar, y carecían de muchos de los tabúes sexuales que en la actualidad presiden la sociedad occidental. Así lo de-muestran las pocas referencias iconográficas al sexo que nos han llegado hasta nosotros. Sin embargo, sigue existiendo la duda de si estas ilustraban prácticas habituales o tan sólo momentos puntuales.
ESCASAS PRUEBAS DOCUMENTALES
Lo que sí está claro es que en las referencias son bastantes explícitas en aquellos casos en que se encuentran. Incluso el egiptólogo francés Jean Francois Champollion (1790-1832) encontró chocante lo abiertamente que representaban el sexo esas civilizaciones: “Había imágenes de monstruosa obscenidad que realmente me dieron una extraña impresión acerca de la sabiduría y compostura egipcia”. Esta afirmación se refería al “Papiro erótico de Turin”, uno de los escasos documentos que hablan de la conducta sexual de los antiguos egipcios.
También es preciso destacar que en el Antiguo Egipto la mujer gozaba de una notable independencia en comparación con otros pueblos respecto al sexo, y no sufría presiones por llegar virgen al matrimonio.
LA MUJER EGIPCIA Y SUS DERECHOS
Mientras que en el siglo V a.C., la mujer griega era considerada un “bien preciado” de su marido, en el Antiguo Egipto gozaba de algunos privilegios. Y es que estas gozaban de más derechos que sus pares griegas y romanas.
No en vano, existen muchos textos egipcios que apuntan que prácticamente se le reconocían los mismos derechos que al hombre, aunque tradicionalmente su función era complementaria a la del varón. Y es que en la antiguedad se tenía muy en cuenta su condición biológica que la permitía concebir. Sin embargo, no se veía esta como una obligación, por lo que no todas las egipcias debían ser madres.
A diferencia de su par griega, la mujer griega era considerada “dueña de casa” y no un objeto. No hay que olvidar que para los egipcios los niños eran lo más importante y la madre ejercía con ellos como un “cabeza familia”. Incluso las mujeres podían heredar, tener sus propios negocios o ejercer diferentes profesiones como los hombres.
Este es, sin duda, uno de los capítulos más asombrosos del Antiguo Egipto, ya que las egipcias al casarse no perdían su apellido, sino que le añadían la frase “esposa de...” al final.
Además, los hijos solían llevar el nombre de la madre y no el del padre y las hijas eran las herederas de sus madres. Tal vez, por ello, no nos resulte extraño descubrir que en esta sociedad existía el divorcio.
Pese a los grandes avances en derechos, las mujeres egipcias fueron perdiendo alguno de ellos a medida que Egipto fue sufriendo invasiones y sumando la influencia de otros pueblos. Una pena, ya que siglos después aún se debe luchar por lo que ya tenían las egipcias hace milenios.
LA PROSTITUCIÓN
Según los historiadores, en la llamada Época Predinástica (en el período comprendido entre el año 4500 y el 3000 a. C.), esta tuvo al parecer un carácter sagrado. Diversos grabados nos muestran cómo se realizaban ceremonias religiosas casi orgiásticas, en las que las sacerdotisas se estimulaban incluso con objetos con formas fálicas. Estas mujeres eran las llamadas palácidas, destacaban por su belleza y su origen aristocrático, y su finalidad era la de participar en los rituales de la siembra para estimular el mítico poder fertilizador del río Nilo.
Su derivación más mundana eran las prostitutas comunes conocidas con el nombre egipcio de kat tahut, apelativo muy gráfico, ya que kat quiere decir vulva. El estudio de documentos como el Papiro Erótico de Turín parece demostrar que estas trabajadoras del sexo eran, además, bailarinas y músicas, y que se pintaban los labios de rojo como signo de distinción. En las ruinas de Deir-el Medina, se ha encontrado los que parecen los restos del burdel más grande del Antiguo Egipto. “Igual que seguían al ejército, las prostitutas también iban detrás de los obreros. Donde había un asentamiento masculino, había negocio”, explican los investigadores.