PROBLEMAS DE PUNTERIA
Charles De Gaulle (1890-1970) no temía el peligro. Cuando, como presidente de Francia, negoció en secreto con los independentistas argelinos, surgió en el seno del ejército galo la OAS (Organización del Ejército Secreto), decidida a matarle. El, sin embargo, se movía de aquí para allá en su Citroen DS 19 sin cambiar la agenda. El 22 de agosto de 1962 se dirigía con su esposa a la base aérea de Villacoublay. Una decena de tiradores de la OAS lo esperaban en una bocacalle, pero había oscurecido y el coche iba a 135 km/h, así que lo detectaron tarde. Dispararon 120 tiros, de los que 12 atravesaron el vehículo, pero ninguno dio en el blanco. Una vez en Villacoublay, De Gaulle se sacudió algunos fragmentos de cristal del traje y dijo con desdén: “No saben disparar”.
MANIOBRAS DE DIVERSION
En el verano de 1876, mientras los Sioux estaban aniquilando al general Custer y a sus tropas en Little Big Horn, Montana, el paleontólogo Edward Drinker Cope andaba buscando huesos en las proximidades. En un momento dado, se topó con un grupo de peligrosos indios Crow, pero consiguió ganárselos sacándose y poniéndose varias veces la dentadura postiza.
¡A MI NO ME INTERRUMPE NADIE!
Suetonio y Tácito relatan un episodio que sucedió en el año 64 dC. Un terremoto tuvo lugar mientras el emperador Nerón se hallaba en Nápoles. Allí, debutaba en público interpretando una canción en el teatro. Dice Suetonio que el césar continuó cantando durante el sismo hasta que terminó el tema. Tácito afirma que el teatro se desplomó poco después de la evacuación.
QUE NO LO SEPA MI BANCO
Wellington venció al mismísimo Napoleón, pero incluso él tuvo que rendirse a los compromisos sociales. Tras su victoria en Waterloo (18 de junio de 1815), se vio forzado a encargar un cuadro de la batalla al sobrino de un familiar con fama de pintor mediocre. Quiso pagarle en efectivo, pero en aquel momento no llevaba suficiente. El artista le dijo: “Puede extenderme un pagaré, mi general”. Wellington, malhumorado, le respondió: “¿Pretende que mi banco se entere del mal gusto que tengo?”.
LA APUESTA DE CLEOPATRA
Cleopatra le ofreció a Marco Antonio una comida de 10 millones de Sestercios. Suma que era en extremo difícil gastar en una sola comida, por lo que Marco Antonio apostó a que no era posible. Cleopatra aceptó la apuesta y nombraron a un tal Planco como juez de la apuesta. La comida que Cleopatra ofreció a Marco Antonio era más o menos como todas. Pero Cleopatra llevaba dos gruesas perlas colgadas al cuello. Y le preguntó a Planco: –¿Cuánto pueden valer estas perlas? -Por lo menos cinco millones de sestercios cada una.
Cleopatra se descolgó una perla, la dejó caer en una copa y llenó la copa de vinagre. Un rato después, la perla se había disuelto en el vinagre. Cleopatra se lo bebió. Cuando iba a disolver la otra perla. Planco la detuvo, diciéndole: –No hace falta. Haz ganado.
Y Marco Antonio lo reconoció también. La otra perla fue ofrecida a la diosa Venus y quedó colgada de la estatua de la diosa que estaba en el Panteón (templo consagrado a los dioses romanos)