La corredora cubana Rosie Ruiz pasó del anonimato a la fama al ganar la Maratón de Boston de 1980 con la tercera mejor marca femenina de todos los tiempos (2h:31:56) y a tan sólo 4 minutos del récord del mundo de la noruega Grete Waitz. Pero algo no olía bien. Además de ser un tiempo estratosférico, la cubana había rebajado en más de 25 minutos su marca personal, conseguida tan sólo seis meses antes en la Maratón de Nueva York.
La acción de esta corredora cubana popularizó la expresión «hacer un Rosie Ruiz» para referirse a los atletas que se saltan parte del recorrido.
Uno de los principales valores que intenta transmitir el deporte es la importancia del juego limpio. Algo que no debió de entender muy bien la atleta cubana Rosie Ruiz cuando, en 1980, ganó la maratón de Boston con la tercera mejor marca femenina de la historia.
Tal como cuenta el autor del blog «El loco que corre», esta victoria sirvió para que Ruiz se convirtiera en una celebridad, ya que no solo había finalizado la prueba a apenas cuatro minutos del récord del mundo, sino que había rebajado en más de 25 minutos la marca que había obtenido seis meses antes en la maratón de Nueva York. Sin embargo, ese excepcional registro invitaba a pensar que había algo extraño tras aquella atleta hasta entonces completamente desconocida.
El primero en sospechar de Ruiz fue Bill Rodgers, ganador de la prueba en la categoría masculina. A Rodgers le extrañó verla llegar a la rueda de prensa sin sudar y respirando con normalidad, mientras él todavía sudaba y jadeaba, exhausto tras correr más de 42 kilómetros. Además, ningún otro participante recordaba haber corrido junto a la atleta, que llevaba el dorsal W50.
Todo esto hizo que la organización ordenara revisar los vídeos y las fotos tomados en diversos puntos del circuito durante la carrera. La noticia del posible fraude corrió como la pólvora y no tardaron en aparecer más pruebas que apuntaban que Ruiz no había pasado por muchos puntos del circuito.
La mayor evidencia en su contra la aportaron dos estudiantes del Wellesley College, una universidad femenina que tradicionalmente arenga a la primera corredora en pasar por delante de sus instalaciones. Este honor se lo llevó la atleta canadiense Jacqueline Gareau, pero nadie vio pasar a la corredora con el dorsal W50. Más tarde, varios testigos aseguraron haber visto a Ruiz saliendo de entre una multitud e incorporándose al recorrido a menos de un kilómetro de la meta.
En pleno escándalo, se supo que Ruiz también había hecho trampas para conseguir la marca mínima para participar en Boston. Fue durante la Maratón de Nueva York, donde usó el metro para desplazarse de un punto a otro de la carrera. Al llegar a la meta fingió haberse lesionado para que la trasladaran al puesto de primeros auxilios y dieran por válida su llegada.
Tras conocerse estos hechos, la organización de la carrera neoyorquina descalificó a la cubana al no poder certificar que había disputado todos los kilómetros de la carrera. Días más tarde, la Boston Athletic Association, organizadora de la maratón de Boston, hacía lo propio y Jacqueline Gareau fue declarada vencedora. Desde entonces, la acción de recortar en el recorrido de una maratón es conocida como «hacer un Rosie Ruiz». Pese a todo, el nombre de la corredora cubana quedó ligado para siempre al mundo del atletismo.